lunes, 21 de diciembre de 2009

Creo que venderé humo, venderé el humo callado e inextenso del alma. También venderé el humo que trasnocha en la espesura del iris, el que mana sereno del cáñamo. El que hace reír a los ingenuos por sistema, el humo vacío de los que arden en deseos, o están al rojo vivo. Probablemente venda el humo de los bienpensantes,ese que mana sibilino de sus coronillas.
Conseguiré monopolizarlo, probablemente lo patentaré en Berna donde no me será costoso, y luego lo almacenaré durante decenios, como un buen Chardonay, o cualquiera de esas variedades vinícolas con nombres pretenciosos.
Cuando me haga millonario vendiendo humo, haré las maletas y me largaré de aquí. Viviré en una novela romántica teñida de color morado sin ser por ello homosexual, y moriré de placer.

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